Ciudad del Vaticano — El funeral del papa Francisco, fallecido el lunes 21 de abril en Roma a los 88 años, marca un antes y un después en la historia del Vaticano. Por decisión del propio pontífice, los ritos tradicionales cargados de pompa fueron reemplazados por una ceremonia más austera, centrada en su rol como pastor, no como figura imperial.
Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio dejó claro que quería una Iglesia "pobre y para los pobres", principio que aplicó incluso a su muerte. En abril de 2024, Francisco aprobó una nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el libro litúrgico que regula las exequias papales. En ella estableció una simplificación profunda del ritual funerario, alejándose del simbolismo de poder que caracterizó a sus predecesores.
“Ahora se trata más del entierro de un obispo que el de un emperador romano”, explicó el teólogo Massimo Faggioli a BBC Mundo.
Un solo ataúd y cambios en las “tres estaciones”
Uno de los cambios más notorios fue la eliminación del uso de tres ataúdes (ciprés, plomo y roble) en favor de uno solo: sencillo, de madera, revestido con zinc.
Asimismo, el proceso tradicional de las “tres estaciones” fue reformulado. La constatación de la muerte se hizo en una capilla privada de la residencia Santa Marta —donde vivía el Papa— y no en el apartamento papal. El cardenal Kevin Farrell, camarlengo del Vaticano, fue quien realizó el rito tradicional de llamar tres veces al Papa por su nombre y pronunciar: Vere papa mortuus est.
El cuerpo fue trasladado luego a la Basílica de San Pedro, sin ser colocado sobre un catafalco ni portar su báculo. En un gesto más de sobriedad, el ataúd permaneció cerrado y sin ornamentos ostentosos durante los días de exposición a los fieles.
Un entierro fuera del Vaticano
Francisco también rompió con otra tradición centenaria: eligió no ser enterrado en las grutas bajo la Basílica de San Pedro, sino en la Basílica de Santa María la Mayor. Allí, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, se preparó un sepulcro simple con una sola inscripción: Franciscus.
Esta basílica tenía un profundo valor personal para el pontífice, quien solía acudir allí a rezar ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani antes y después de cada viaje apostólico. En su testamento, redactado en 2022, expresó claramente su deseo de descansar allí: “El sepulcro debe estar en la tierra, sencillo, sin decoración particular”.
Tras su funeral, se celebrarán los tradicionales novendiales —nueve días de misas— antes de comenzar los preparativos para el cónclave, que se espera inicie en unas dos semanas.
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