El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, nacido en Honduras en 1957 pero criado en El Salvador, sostiene que la violencia en su país no ha desaparecido, sino que se recicla constantemente en distintas formas: desde la dictadura militar, la guerra civil, las pandillas y, actualmente, la represión estatal. “Es un círculo vicioso”, afirma.
Castellanos Moya, quien actualmente reside en Estados Unidos y es profesor en la Universidad de Iowa, lleva más de dos décadas en el exilio. Prefirió marcharse del país a los 22 años, al estallar la guerra civil, para evitar involucrarse en el conflicto armado. Desde entonces, ha vivido en México, Costa Rica, Guatemala, Canadá, España, Japón y Alemania.
Aunque por un tiempo pensó en volver a establecerse en El Salvador —idea que explora en su novela El sueño del retorno—, reconoce que ese país ya no existe. Su producción literaria, sin embargo, permanece profundamente marcada por la historia salvadoreña: ha publicado 13 novelas, cinco libros de relatos y tres ensayos, traducidos a 15 idiomas.
En una entrevista con BBC Mundo durante el festival literario Centroamérica Cuenta, celebrado en Guatemala, el autor abordó temas como la violencia, la guerra, el exilio, el colapso del sistema democrático salvadoreño y el ascenso del actual presidente Nayib Bukele.
Castellanos Moya recuerda que, en su niñez, la violencia era casi invisible. Pero al llegar a la adolescencia, la situación política se radicalizó y la violencia pasó a formar parte del día a día. Según explica, no es que haya buscado reflejarla en sus obras: “Es el aire que se respira”.
Aunque no vivió directamente la guerra civil, muchos de sus amigos sí tomaron las armas. Él optó por el exilio y destaca que la literatura no se construye solo con lo vivido, sino con aquello que quedó pendiente. En su visión, la paz firmada en 1992 dio paso a una democracia que duró tres décadas, pero que terminó con las elecciones de 2019.
Con la victoria de Bukele, señala, los partidos históricos —expresión política de los bandos enfrentados en los años 80— colapsaron. El nuevo régimen, según Moya, mantiene una estructura institucional vacía: “No hay alternancia ni separación de poderes; todo está en manos de un solo hombre”.
No lo califica como una dictadura clásica, ya que Bukele ha ganado en las urnas y cuenta con respaldo popular. Sin embargo, advierte que este apoyo no elimina el autoritarismo: “Es la gente quien lo eligió. Si después se arrepienten, será también responsabilidad de quienes lo votaron”.
Sobre el trauma colectivo del país, considera que nunca ha habido tiempo para sanar: la violencia de la guerra dio paso a las pandillas, y hoy a la represión estatal bajo el régimen de excepción. “Quien puede, se va. La liberación es la salida”, asegura.
Según Castellanos Moya, el fracaso de la democracia tiene raíces profundas: la falta de inversión social y económica. “La democracia no puede ser solo ir a votar. La gente necesita ver resultados materiales”. Tras la guerra, el foco estuvo en institucionalizar el poder, pero se ignoraron las necesidades de la población, lo que facilitó el auge de las maras —alimentadas también por deportaciones masivas desde Estados Unidos.
Aunque el gobierno actual ha logrado encarcelar a decenas de miles de pandilleros y ha ganado apoyo por ello, el escritor sostiene que se ha instaurado una “sociedad carcelaria”. El riesgo, dice, es que una vez desaparezca la amenaza de las maras, emerjan otras demandas sociales, y si la respuesta es la represión, el país podría repetir los errores del pasado.
Finalmente, al hablar del regreso al país, es claro: no contempla volver. “El país que uno dejó ya no existe. El sueño del retorno es solo eso: un sueño”.
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