Una nueva arma está transformando el conflicto en Ucrania: el implacable dominio de los drones rusos

Una nueva arma está transformando el conflicto en Ucrania: el implacable dominio de los drones rusos

 


Un fuerte olor acre flota sobre Rodynske. Apenas transcurren unos minutos tras nuestra llegada a esta ciudad ucraniana cuando encontramos el origen: una bomba planeadora de 250 kg ha destruido el edificio administrativo principal y derrumbado tres bloques de viviendas. A pesar de que el impacto ocurrió el día anterior, los escombros aún humean.

Desde las afueras se escuchan constantes estallidos de artillería y ráfagas: tropas ucranianas repelen drones enemigos. Rodynske, situada a 15 km al norte de Pokrovsk —ciudad clave que Rusia intenta capturar desde el sur desde el otoño pasado— ha resistido los avances rusos. Ante ese estancamiento, Moscú ha adoptado una nueva estrategia: cercar Pokrovsk y cortar sus líneas de suministro.

En las últimas dos semanas, mientras fracasan los esfuerzos diplomáticos por lograr un alto el fuego, Rusia ha intensificado sus ataques y ha logrado sus avances más significativos desde enero. Rodynske lo evidencia. Al llegar, un dron ruso sobrevuela la zona. Nos refugiamos tras un árbol, el único resguardo disponible. Un segundo dron explota cerca. El zumbido amenazante de estas máquinas, convertidas en el arma más letal del conflicto, no cesa.



Aprovechamos un breve silencio para correr a un edificio abandonado. Desde allí volvemos a oír el dron. Probablemente ha regresado tras detectar nuestro movimiento. Esta actividad revela que los ataques provienen de zonas cercanas, más próximas de lo que se creía, posiblemente desde una carretera clave entre Pokrovsk y Kostyantynivka, ahora bajo control ruso.

Al abandonar la ciudad, divisamos una columna de humo: probablemente otro dron derribado. Rodynske está devastada. "Están usando todo lo que tienen", nos dice Svitlana, de 61 años, mientras recoge restos de su casa destruida en Bilytske, un pueblo más alejado del frente. "Antes escuchábamos explosiones lejanas. Ahora los ataques son aquí, los vivimos en carne propia".

En un refugio cercano, soldados de artillería de la 5.ª Brigada de Asalto nos confirman el aumento de la ofensiva rusa. "Drones, morteros, cohetes… lo están usando todo para cortar el suministro", explica Serhii. Su unidad ha retrasado el despliegue, esperando nubosidad o viento para protegerse de los drones.

La nueva amenaza: drones de fibra óptica

La guerra ha obligado a los soldados a adaptarse a nuevas tecnologías. La más reciente: drones equipados con fibra óptica. A diferencia de los drones convencionales, estos no dependen de radiofrecuencia, sino de un cable que conecta directamente al controlador. Esto los hace inmunes a las interferencias electrónicas.

"Los interceptores ya no funcionan", explica un ingeniero de drones de la 68.ª Brigada, conocido como Moderador. Mientras Ucrania apenas comienza su producción, Rusia ya emplea estos dispositivos de forma generalizada, obteniendo ventaja táctica. "Podemos volar más bajo, incluso entrar en casas y buscar objetivos en su interior", dice Venia, piloto ucraniano.

Los drones de fibra óptica son más lentos y pueden enredarse, pero su eficacia en zonas urbanas y de baja altitud los convierte en una amenaza inmediata. La simple tarea de transportar soldados es ahora más letal que el propio combate.



Infantería bajo presión

El sargento Oles, de la unidad de reconocimiento de la 5.ª Brigada de Asalto, describe la nueva realidad de los combatientes: "Cuando entras en una posición, no sabes si ya te han detectado. Si lo han hecho, puede que estés viviendo tus últimas horas".

Los soldados deben permanecer más tiempo en sus puestos. Maksym, otro integrante de la unidad, relata: "Lo máximo que pasé fueron 31 días en posición. Pero conozco a quienes han pasado 90 o hasta 120. Antes de los drones, las rotaciones eran cada 3 a 7 días".

La vida en el frente es brutal. "Sangre, barro, frío y muerte. Recuerdo una ocasión en la que no dormimos por tres días seguidos", añade.

Además, la táctica rusa también ha cambiado: pequeños grupos, motocicletas, cuatrimotos… La línea de frente se ha desdibujado. En algunos sectores, rusos y ucranianos están peligrosamente entremezclados, dificultando cualquier análisis claro del avance de los bandos.



Un ejército bajo presión

A pesar de los recientes avances rusos, capturar toda la región de Donetsk no será ni rápido ni fácil. Ucrania contraataca con fuerza, pero necesita un suministro constante de armas y munición. Y tras más de tres años de conflicto, enfrenta otro desafío: el desgaste humano.

La mayoría de los soldados con los que hablamos se unieron tras el inicio de la guerra. Muchos, como Maksym —quien trabajaba en una empresa de bebidas—, han debido adaptarse sobre la marcha.

"Es muy duro", confiesa con lágrimas en los ojos. "Tengo un hijo de dos años. No lo veo mucho, aunque hablamos por videollamada. Es lo mejor que puedo hacer dadas las circunstancias".



Maksym es un soldado, sí, pero también un padre que simplemente extraña a su hijo.

Colaboración adicional de Imogen Anderson, Sanjay Ganguly, Volodymyr Lozhko y Anastasiia Levchenko.


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