Cuando Serguéi y Tatiana Voronkov abandonaron Rusia para establecerse en un tranquilo pueblo ucraniano, nunca imaginaron que acabarían involucrados directamente en una guerra, actuando como informantes para el ejército de Ucrania. Su historia, marcada por la represión, la resistencia y una dramática huida a Europa, revela los riesgos que algunos civiles han asumido en el contexto del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Todo comenzó tras la anexión rusa de Crimea en 2014. Desilusionados con el rumbo político del Kremlin, la pareja decidió abandonar su país natal. Se establecieron finalmente en Novolyubymivka, una pequeña comunidad rural en la región de Zaporiyia, al sureste de Ucrania. Allí, intentaron construir una nueva vida, criando ganado y trabajando en labores de agrimensura.
Pero el 24 de febrero de 2022, con el inicio de la invasión a gran escala, todo cambió. A medida que las fuerzas rusas ocupaban su región, los Voronkov decidieron colaborar con Ucrania, transmitiendo información militar a través de un canal secreto de Telegram. Durante dos meses, informaron sobre movimientos de tropas y equipamiento, asumiendo un riesgo constante.
La situación se tornó crítica cuando Serguéi fue detenido en Tokmak y llevado a un sótano donde fue interrogado bajo amenazas. Tras confesar bajo presión, fue liberado inesperadamente, aunque la pareja sospechaba que seguía bajo vigilancia.
Conscientes de que ya no estaban seguros, iniciaron una compleja operación de escape. Disfrazados de turistas y con documentos falsos, salieron del territorio ocupado, regresaron brevemente a Rusia y, finalmente, lograron llegar a Europa a través de Bielorrusia y Lituania.
Ya en suelo europeo, fueron interceptados por las autoridades lituanas al descubrirse la falsificación del pasaporte de Serguéi. Aun así, tras cumplir una breve condena, ambos permanecen en Lituania mientras esperan respuesta a su solicitud de asilo. Una carta de agradecimiento del ejército ucraniano respalda su caso.
La travesía ha tenido un alto coste personal. Han perdido contacto con su hijo y con la madre de Serguéi, que permanece en Rusia y mantiene posturas contrarias. Aun así, los Voronkov no se arrepienten de sus decisiones.
“Solo volveríamos a Rusia si muestra algo de humanidad”, afirma Serguéi. “Por ahora, no vemos nada humano allí”.
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