La pieza, titulada “América”, fue creada por el artista conceptual italiano Maurizio Cattelan y estaba instalada como parte de una exposición temporal en la majestuosa residencia del siglo XVIII, conocida también por ser el lugar de nacimiento de Winston Churchill.
El golpe de cinco minutos
A las 4:50 a.m., cinco hombres ingresaron a la propiedad y ejecutaron el robo en tan solo cinco minutos. La supervisora de servicios al huésped, Eleanor Paice, fue una de las primeras en darse cuenta de que algo iba mal cuando escuchó cristales rotos y luego se activaron las alarmas de incendio. Al salir al patio principal, presenció los últimos instantes del asalto: sombras, movimientos rápidos y un Volkswagen Golf robado huyendo del lugar con la escultura de 98 kg en su interior.
Al principio, el personal no sabía qué había sido sustraído. “Sentí un vuelco en el estómago”, recuerda Paice. “Pensé: ‘Esto es grave’”.
Poco después, el director ejecutivo del palacio, Dominic Hare, recibió una llamada con las palabras: “Dom, nos robaron”. Al llegar, se encontró con el baño destrozado, una escena de crimen que contrastaba con el esplendor habitual del palacio. "Esto fue brutalizado. Esto es un palacio. Los palacios no se destrozan", expresó.
De obra de arte a sensación mediática
La exposición de Cattelan recién había sido inaugurada, y “América” llevaba solo dos días instalada en Blenheim. El inodoro, totalmente funcional y de 18 quilates, había causado revuelo desde su llegada, tanto por su extravagancia como por su mensaje satírico sobre la riqueza y el poder.
Al día siguiente del robo, el cubículo vacío fue precintado con cinta policial y se convirtió, involuntariamente, en una nueva atracción turística. “La gente estaba más interesada en ver dónde se robaron el inodoro de oro que en ver el propio arte”, señaló Paice.
Las fallas que facilitaron el crimen
La investigación reveló graves fallas en la seguridad del palacio. La pieza no estaba protegida por cámaras, ni había vigilancia en el área al momento del robo. Increíblemente, un mes antes del asalto, Edward Spencer-Churchill, fundador de la Fundación de Arte de Blenheim, había declarado al Sunday Times que el inodoro sería difícil de robar: “Está conectado al sistema de agua y nadie sabrá quién lo usó por última vez. No pienso vigilarlo”.
El abogado especializado en recuperación de obras de arte, Christopher Marinello, contratado por la aseguradora tras el robo, afirmó que el inodoro era una “bandera roja para ladrones”, y calificó como “fallo total” la seguridad del palacio.
A pesar de su valor material –solo el oro costaba más de 3,6 millones de dólares–, la pieza no fue considerada un objetivo de riesgo. Hare admitió que se prestó más atención a otras obras de la muestra, como una estatua del Papa golpeado por un meteorito o una imagen de Hitler rezando.
Juicios y condenas
Más de cinco años después, en 2024, tres hombres fueron condenados por el robo:
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James Sheen, de 40 años, se declaró culpable de robo y transferencia de propiedad ilícita.
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Michael Jones, de 39 años, fue declarado culpable de robo.
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Fred Doe, de 36 años, fue hallado culpable de conspiración para transferir bienes robados.
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Un cuarto implicado, Bora Guccuk, fue absuelto.
El inodoro de oro nunca fue recuperado. Se cree que fue derretido y vendido poco después del asalto.
Un antes y un después en Blenheim
Tras el incidente, Dominic Hare asumió públicamente la responsabilidad por los fallos de seguridad y dirigió una profunda reestructuración del sistema de protección del palacio. “Yo hice a Blenheim vulnerable. Y ya no lo somos”, afirmó.
El caso, que mezcló arte, crimen y sátira, se convirtió en una de las historias más inusuales del Reino Unido en los últimos años. Para muchos, será una simple anécdota; pero para quienes viven y trabajan en Blenheim, fue un momento de alta tensión y vulnerabilidad.
“Me imagino a los guías dentro de 150 años contando esta historia”, dijo Hare. “Será una de esas leyendas que se suman a los pasillos del palacio”.
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